¿Qué te sugiere esta frase? Para mí fue un descubrimiento el día que la interioricé. La había oído mucho pero realmente no la había escuchado bien, no me había parado a pensar en su verdadero mensaje, no me la había apropiado y guardado para ese repertorio de ideas geniales que me ayudan en el día a día. Y bien merece una pausa y reflexión por si caso a ti te sucede lo mismo. Tiene muchas acepciones e interpretaciones como por ejemplo menos recargado es más bonito, menos tóxico es más sano, menos gritos es más conexión. Yo concretamente hoy quiero relacionarlo con la vida frenética y acelerada que nos devora.
Antes deseaba que los días tuvieran mas horas para poder hacer todo lo que tenía en mente. Si tenía un hueco en blanco rápidamente lo rellenaba con algo o incluso me lo inventaba. Hacer, hacer, hacer. Esa hiper productividad parecía que me hacía sentir bien, parecía que daba sentido a mi vida, parecía que me empoderaba. Esa sensación de sentirme útil creía yo que me llenaba. Y claro que ser eficiente y hacer muchas cosas es estupendo, igual que preocuparnos y ocuparnos del trabajo, los hijos, nuestros padres, amigos, la lavadora que se estropeó, el material escorial de Pepito que mañana expone en clase, comprar la crema milagrosa que mi amiga me recomendó sutilmente para suavizar las patas de gallo que empiezan a ser descaradas, ir a la compra solo a por huevos y ya de paso traerme medio supermercado, llamar al seguro para llevar el coche al taller de chapa y pintura (porque al ir como las locas para lo de Pepito yo solita estampé el coche contra la columna del garaje), llamar a Pili que operaban a su hija, pedir una tutoría en el colegio; sin hablar de lo que voy a hacer para que todos cenen rico y pensar qué veremos hoy en la tele porque hemos terminado una serie que nos tenía muy pero que muy enganchados.
Te le digo, mejor dicho, te lo confirmo. Es imposible llevar este tipo de vida a diario y no petar. Tarde o temprano puede que te estreses, que enfermes, que explotes y la pagues con aquel que está cerca en ese momento. En definitiva, tener unas agendas tan cargadas nada bueno nos augura. A veces como diría Victor Kuppers, vamos como pollos sin cabeza por la vida. ¿Para qué?
Por eso uno de aquellos días que yo iba a petar con una probabilidad del 99´9 % la frase de “Menos es más” aterrizó en mi mente para quedarse y alojarse allí de manera permanente. Se convirtió en ese salvavidas que otras veces había ignorado ahogándome en un mar de preocupaciones y obligaciones. Los famosos “tengo que”. Ese día decidí que menos productividad es más calma, menos estrés es más salud y menos preocupación es más vida. Es un click del que ya no quiero renunciar, del que ya no quiero dejarlo escapar. Un mantra que me ayuda y que me funciona para vivir con plenitud. Por eso es importante aprender a priorizar. ¿Qué es de verdad urgente? ¿Esto puede esperar? ¿Qué pasa si no hago esto en este momento? Te puedo asegurar que el día que me apropié de esta idea todo cambió.
Dicen los expertos que es muy sano parar. Incluso aburrirse. La neurociencia demuestra que nuestro cerebro no puede estar tan sobrecargado y activado. Necesita aburrimiento, necesita pausa y sosiego. Necesita quietud y lentitud. Es muy sano dejar la mente en blanco y simplemente no hacer nada. Recomiendan hacer estas pausas varias veces al día. Los expertos saben mucho, está claro, es bueno escucharles, formarse y aprender. Pero tenemos un maestro de excepción, alguien que nos avisa de los riesgos de ir tan acelerados. Alguien muy cercano, que está siempre con nosotros: nuestro propio cuerpo. Él nos dice de mil y una formas que tenemos que parar: una contractura, un tic en el ojo, un colon irritable, eccemas en la piel, caída de pelo, migraña, etc. Los expertos no hacen más que confirmar lo que nuestro pobre cuerpo lleva gritándonos mucho tiempo. Es muy bueno aprender a escucharlo, hacer consciente esas sensaciones corporales que nos quieren decir algo. El problema es que andamos en general muy desconectados: de nuestro cuerpo, de nuestro espíritu, de nuestra pareja, de nuestro hij@, de nuestros amig@s, de nosotros mismos. Nos hemos metido en una vida tan frenética, tan acelerada, tan extremadamente estresante que creo de veras que bien merece la pena parar, dar un paseo tranquilo con el sol rozando nuestra piel además de ir exclusivamente a un gimnasio cerrado, llamar a un amigo y mantener una conversación telefónica de al menos 15 minutos y no solo wuasapearnos, coger un libro de vez en cuando y soltar un poco Instagram, mirar a los ojos y dejar lo que estamos haciendo cuando alguien nos habla, en fin, pequeños gestos que de verdad cuando pones en práctica funcionan y te conducen directamente a una vida muy satisfactoria.
Hace poco escribí un artículo parecido. Creo que es importante incidir. Creo que es importante poner el foco en esta idea. Creo de corazón que merece la pena parar y soltar. Merece la pena vivir y disfrutar. La vida pasa muy deprisa. ¿Cómo quieres vivirla? ¿A qué y quiénes quieres dedicar tu tiempo?
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