La “conexión antes que corrección” es una herramienta que se utiliza y explica en Disciplina Positiva para conectar, tener buenas relaciones y obtener colaboración por parte de nuestros hijos. También podemos utilizarla en cualquier interacción con otras personas, ya sea nuestra pareja, mi madre, un amigo o una persona que pasa por la calle. Porque en realidad todo es aplicable a todos, aunque muchas veces pongamos el foco en nuestros peques o adolescentes. Acuérdate de ella en cualquier momento o situación que te relaciones con alguien y sientas que la situación se está poniendo tensa.

La idea principal es que antes de llamar la atención a tu hij@, antes de corregirle o echarle un sermón, antes de expresarle tu mal estar, antes de poner el grito en el cielo porque algo no salió como querías, antes de decir algo de lo que te puedas arrepentir más tarde, es mejor parar y respirar para conectar y más tarde hablar. En lugar de respirar también puedes utilizar cualquier estrategia que te sirva para mantener el control y no explotar: contar hasta 10, hasta 20 o incluso hasta 100, retirarte de la situación, hacer una llamada telefónica, doblar calcetines, escuchar una canción, etc. En definitiva, lo que se te ocurra para cuidar la relación y la conexión con ellos. Esta herramienta es inversamente proporcional a la práctica o experiencia que tengamos de ella. Es decir, cuanto menos la conocemos o la hemos practicado, más nos cuesta. Cuanto menos habituados estamos a mantener el control en situaciones de estrés más fácilmente nos desconectamos de ellos y más rápidamente queremos corregirles.

 A veces corregimos a nuestros hijos porque pensamos que se están portando mal y en realidad les falta madurez, capacidad o entrenamiento. Te pongo un ejemplo de cada caso. Si un niño de 2 o 3 años se tira al suelo y hace una pataleta normalmente nos incomoda mucho y nos enfadamos, pero en realidad no tienen la madurez suficiente para expresar su enfado de otra forma. También solemos corregirles porque tienen su habitación desordenada, protestan cuando tenemos que irnos del parque o no hacen sus deberes. En este caso no siempre es que no quieran, es que no pueden porque aún no saben hacerlo. Todavía no tienen esas habilidades adquiridas, no son capaces. Y no lo hacen con mala intención, es que nadie les ha enseñado. Damos por hecho que ellos lo van a hacer de manera natural, porque es lo que debe ser, pero no siempre es innato. Los niños necesitan que les enseñemos muchas cosas, además de leer, sumar o montar en bici. Necesitan que invirtamos tiempo en enseñarles por ejemplo a enfadarse, a ordenar o a ser responsables. A veces creemos que con desearlo es suficiente pero son habilidades que requieren entrenamiento por su parte y acompañamiento por la nuestra. Seguro que conoces a alguien que con 50 años sigue siendo desordenado, explota cada vez que se enfada o elude muchas responsabilidades del día a día. A ellos también les faltó entrenamiento.

¿Cuánto tiempo inviertes en enseñar todo esto a tus hijos? Y digo enseñar, no solicitar ni exigir. Porque más bien les exigimos que sean ordenados, que no se enfaden y que sean responsables. A veces sentimos que ya hemos explicado mil veces lo mismo, pero a lo mejor tu hijo necesita dos mil para que le cale el mensaje, o simplemente que se lo expliques de otra forma. Tendremos que explicarle las cosas hasta que le queden claras. También puede pasar que les expliquemos lo que nos gustaría enfadados o que directamente por hartazgo prefiramos hacerlo nosotros por ellos, o bien porque nosotros acabamos antes, o bien porque lo hacemos mejor. Educar requiere mucho más tiempo y esfuerzo que gritar, castigar o zanjar. Es muy difícil aprender cuando el que te enseña te grita o se enfada. Y es muy difícil aprender si los demás hacen las cosas por ti y no te conceden la oportunidad de entrenar ese aprendizaje, esa habilidad. Nuestros hijos aprenden cuando nosotros estamos tranquilos y les explicamos las cosas bien, sin gritos, sin reproches, sin sermones, sin amenazas ni castigos. Nuestros hijos aprenden cuando estamos conectados con ellos, cuando se sientes seguros, cuando saben que pueden equivocarse y no pasa nada, cuando sienten que les queremos pase lo que pase. A nadie se le ocurriría gritar, alterarse o insultar a un niño que está aprendiendo a andar. Pero si con 12 no entienden el problema de matemáticas algunos adultos pierden el control. Siguiendo con los mismos ejemplos de antes, nuestros hijos aprenden orden ordenando, aprenden a frustrarse frustrándose, y aprenden a ser responsables dejándoles que agarren la responsabilidad que nosotros previamente tenemos que soltar. Esto parece una perogrullada pero no lo es. Les rescatamos continuamente para que no sufran, y entonces no les dejamos que se frustren, y nos pasamos la vida supervisando lo que hacen impidiendo que sean ellos los que se preocupen y ocupen de sus asuntos, impidiendo que se hagan responsables. Nos hemos convertido en sus agendas escolares, en su red cuando tienen un problema y caen, o en su asistente personal.

Cualquier niño desea que sus padres le miren, le quieran y le enseñen. Son curiosos por naturaleza. Nuestros hijos necesitan que exista conexión entre ellos y nosotros. Por eso antes de cualquier corrección que quieras hacerle recuerda que lo primero es conectar, cuidar y nutrir esa relación. Cuando existe buena relación con nuestros hijos la corrección casi ni hace falta porque aprenden por imitación, porque somos su modelo, porque quieren ser igual que nosotros. Pero para que eso suceda tiene que existir un vínculo seguro. Tiene que darse un entorno de seguridad, confianza y amabilidad.

El día que yo entendí e interioricé que era mucho más importante llevarme bien con mi hija a que hiciera todo lo que yo quería, como ordenar su habitación, hacer sus deberes o colaborar más en casa con las tareas domésticas, como por arte de magia ya no tuve que corregirla,   ni repetirle mil veces lo mismo. Ella empezó a colaborar porque se sentía querida y conectada a mí. Esta es la idea principal, lo que de momento hoy quería desvelarte. En próximos artículos te contaré cómo conectar con tus hijos, qué hacer y qué no hacer. De momento te doy una pista, ¿te acuerdas cómo tratabas a tu hijo cuando nació?